La Reconquista y las nuevas divisiones territoriales
El año 711 supuso una fecha clave en la ordenación territorial peninsular. La nueva estructuración del territorio que se había ido gestando durante el período visigodo queda anulada tras la invasión musulmana, porque ésta provoca el hundimiento del Estado visigodo, a la vez que, incluso, es destruida la propia unidad nacional.
A partir de aquí, las divisiones anteriores quedan como una referencia para los cristianos en su lucha reconquistadora, pero la realidad es que la división política de los núcleos cristianos, junto con su diferente ritmo de reconquista y repoblación, van a dar lugar a una división territorial totalmente nueva.
De este modo, desde mediados del siglo VIII, la península acoge dos realidades muy distintas:
o Por un lado estaba el mundo musulmán, caracterizado por:
§ Inmediatamente después de la invasión, la capital es fijada por el Valí al-Hurr en Córdoba, a la vez que se crea una nueva jerarquía urbana con ciudades cabecera como Badajoz (sustituye a Mérida), Zaragoza, Valencia, Almería o Murcia.
§ Se va creando una nueva organización territorial, prescindiendo de las anteriores, romana y visigoda, que apenas influyó en el mundo cristiano. Parece que esta organización provincial estaba ya plenamente formada en los inicios del Califato, con Abderramán III, y estaba integrada por:
· 21 Koras o provincias: tenían un Gobernador o Wali a su frente, auxiliado por un Amil para las cuestiones fiscales.
· 3 Tagr o Marcas fronterizas: con un Caid a su frente:
o Frontera Superior: capital en Zaragoza; vigilaba la zona de Pirineos.
o Frontera Media: capital en Toledo; vigilaba el Sistema Central.
o Frontera Inferior: capital en Mérida; vigilaba el bajo Tajo y la Sierra de la Estrella.
Es curioso como la división provincial del Califato ni siquiera influyó en la formación de los reinos de Taifas tras su caída, los cuales siguieron en general los límites de las zonas de influencia de las ciudades que integraban y, sobre todo, el mayor o menor poder de los reyezuelos locales para extender sus territorios.
o Por otro lado, la inesperada victoria de Covadonga (722) y el fracaso de la expansión musulmana en el sur de Francia (derrota de Poitiers, 732) hicieron posible la aparición de los primeros núcleos cristianos independientes en puntos de la Cordillera Cantábrica y valles altos de la zona pirenaica, como veremos.
La evolución de la Reconquista dio lugar, a partir de los diversos y pequeños primeros núcleos cristianos, a las tres grandes unidades políticas españolas (dejando al margen Portugal), que, con rasgos diferenciados, van a pervivir hasta finales del Antiguo Régimen: Corona de Castilla, Navarra y Corona de Aragón.
En su evolución podemos establecer tres fases:
a. Primera fase: desde los comienzos hasta el reinado de Sancho III el Mayor.
b. Segunda fase: desde la muerte de Sancho III el Mayor hasta comienzos del siglo XIII.
c. Tercera fase: desde la unión de Castilla y León con Fernando III hasta la unificación de los Reyes Católicos.
Primera fase: desde los comienzos hasta el reinado de Sancho III el Mayor
En sus comienzos, la España cristiana estaba limitada a pequeños puntos de las zonas montañosas del norte peninsular, con una escasa relación entre ellas.
Reino Asturiano
Sus orígenes están en la victoria de Covadonga (722) por Pelayo, quien parece que unos años antes había sido reconocido como caudillo por los astures. Tras esta victoria los cristianos se asientan en Cangas de Onís, apareciendo así un minúsculo reino que Alfonso I (739-757), yerno de Pelayo, consolidó al llevar a cabo una serie de campañas en el valle del Duero, despoblándolo de musulmanes y creando así los inicios de un desierto poblacional que servirá de protección a los asturianos frente al Emirato.
Poco después, ya en el siglo IX, sobre todo con Alfonso II (792-842), el reino astur controlará el norte de Galicia, la totalidad de Asturias, y la costa cantábrica (Cantabria), más los sectores occidentales de Vizcaya y algunas comarcas del Alto Ebro, a la vez que dotó al reino de instituciones al estilo visigodo y trasladó la capital a Oviedo.
Paralelamente, los reyes asturianos fortificaron los valles de los afluentes del alto Ebro y la zona de la Bureba, que fueron repoblados a comienzos del siglo IX por cántabros, vascones y visigodos, para impedir las incursiones musulmanas, estableciendo allí un condado, Castilla, cuyo nombre se lee por primera vez en un documento del año 800, si bien no tendrá la categoría de condado hasta el 850.
Esta mayor seguridad, junto con los problemas internos del mundo musulmán van a permitir al reino asturiano comenzar también la repoblación de los valles meridionales de la Cordillera Cantábrica, proceso que culmina durante el reinado de Alfonso III el Magno (866-910), en que se alcanza la línea del Duero, donde se establece una línea de castillos, trasladándose la capital a León.
Para intentar comprender esta expansión hay que tener en cuenta, tanto el crecimiento demográfico de los grupos cristianos como la decadencia de los últimos años del Emirato Independiente.
Durante el siglo X el reino leonés entra en un período de letargo –si exceptuamos la etapa de Ramiro II (931-950), que vence a los musulmanes en Simancas en el 939-, coincidiendo con los años de mayor esplendor califal y la etapa belicista de Almanzor.
Esta crisis de la monarquía en el siglo X va a permitir a uno de los condes castellanos, Fernán González (920-970), declararse independiente del reino de León. Uno de sus sucesores, Sancho García (995-1017), intensificó la repoblación por medio de la concesión de fueros muy favorables a los nuevos pobladores, que hicieron de Castilla una sociedad menos rígida y más libre que la leonesa.
Navarra
Se sabe muy poco de los inicios de este reino, aunque es un hecho que los navarros prestaron alternativamente obediencia a Córdoba o a los reyes francos, si bien durante el siglo IX predominó la política de amistad con los Beni Casi de la Zaragoza musulmana.
A comienzos del siglo X, con la instauración de la nueva dinastía Jimena por Sancho Garcés (905-926), se estrecharon los lazos con el reino de León y se emprendió la reconquista de La Rioja. A finales de siglo, con Sancho Garcés II (970-994), Navarra se anexiona el condado de Aragón y algunos pequeños condados francos.
De este modo, a principios del siglo XI Navarra se había convertido en uno de los reinos cristianos más importantes, especialmente con Sancho III el Mayor (1004-1035), quien en el 1029, a la muerte de su cuñado García Sánchez, se anexiona Castilla, extendiendo también su dominio a los condados pirenaicos de Sobrarbe y Ribagorza, con lo cual logra extender sus dominios tanto por la zona oriental como hacia el Oeste.
Aragón
En la zona pirenaica aparecen los pequeños condados de Jaca, Sobrarbe, Ribagorza y Pallars, regidos por condes francos. Entre estos, el de Jaca, regado por el río Aragón, irá tomando este nombre y cierta preeminencia, si bien sometidos todos al conde de Tolosa y, a través de él, al ducado de Aquitania.
Ya en el siglo IX, los magnates francos comienzan a ser sustituidos por hispanos y a desligarse de la Marca de Tolosa. Esta independencia la mantienen durante casi un siglo para caer después en la órbita de Navarra: primero el condado de Aragón, a finales del siglo X, y después, a comienzos del XI, los condados de Ribagorza y Sobrarbe.
Cataluña
El origen de este territorio está en los condados creados por los carolingios como frontera contra los musulmanes (795, establecimiento de la Marca Hispánica por Carlomagno), si bien, a partir del 865, los condados de los Pirineos orientales comenzaron a desligarse de los marqueses de la Septimania, de tal forma que crearon una Marca Hispánica independiente que abarcaba los condados de Gerona, Barcelona (801), Cerdaña, Urgel, Besalú y, probablemente también, el Rosellón.
Esta independencia posibilitará el que varios condados se reúnan bajo la autoridad de Wifredo el Velloso (874-898), considerado el fundador de la dinastía catalana al ser el primer conde hereditario de Barcelona.
Durante el siglo X, la mayoría de los condados catalanes, incluida Barcelona, caen bajo la dependencia califal, a la vez que, tras la muerte del último rey carolingio en el 987, Lotario, desaparece oficialmente la Marca Hispánica (época de Borrell II, 947-992).
A comienzos del siglo XI, Ramón Berenguer I (1018-1035) reunificó la mayoría de los condados y, aprovechando la decadencia musulmana, recupera la independencia.
De esta forma, durante el primer tercio del siglo XI la España cristiana está congregada en torno a tres unidades políticas: Reino de León, Reino de Navarra y Cataluña.
Segunda fase: desde la muerte de Sancho III el Mayor hasta comienzos del siglo XIII.
La muerte en 1035 de Sancho III el Mayor marca, sin embargo, el inicio de una nueva etapa, caracterizada por la fragmentación política, ya que, tras su desaparición, el reino navarro se divide:
Navarra: para su hijo García III.
Castilla: para su hijo Fernando I, con el título de rey.
Aragón: para su hijo Ramiro I, también con el título de rey.
Sobrarbe y Ribagorza: para Gonzalo.
Este reparto, sin embargo, tuvo corta vida, ya que:
§ Fernando I (1037-1065), rey de Castilla, se anexiona el reino de León tras la muerte de Bermudo III, a la vez que le arrebata a su hermano García III (1035-1054), quien muere en la batalla de Atapuerca, las tierras de Álava, Vizcaya, Santander y Burgos, que Sancho III había incorporado a Navarra.
§ Ramiro I (1035-1063) de Aragón, por su parte, se anexiona los condados pirenaicos aún independientes, y Sobrarbe y Ribagorza a la muerte de su hermano Gonzalo.
La muerte de Fernando I vuelve a marcar un momento importante en cuanto a la división territorial peninsular, ya que tras su desaparición el reino de Castilla y León se dividió entre sus hijos:
Castilla: Sancho II (1065-1072)
León: Alfonso VI (1065-1072-1109)
Galicia: García I.
Sancho II no va a respetar este reparto y arrebata León a Alfonso VI, quien se refugia en Toledo, y Galicia a García I.
Sin embargo, tras su asesinato, le sucede en 1072 como rey de Castilla y León Alfonso VI, quien se anexiona La Rioja en 1076, arrebatándosela a Navarra (durante un siglo La Rioja osciló entre Navarra y Castilla), completa la reconquista de la actual comunidad de Castilla y León, y, tras la reconquista de Toledo (1085), pasa a dominar las zonas norte de las actuales Castilla-La Mancha y Extremadura.
Navarra (y Aragón)
A García III le sucedió su hijo Sancho Garcés IV (1054-1076), tras cuya muerte Alfonso VI le arrebata La Rioja, a la vez que Navarra se une con Aragón bajo Sancho I de Aragón (1063-1094), continuando así hasta 1134, fecha de la muerte de Alfonso I el Batallador (1104-1134).
La muerte de Alfonso I el Batallador, cuyo testamento dejaba el reino a las Órdenes Militares, planteaba un difícil problema, y una de sus consecuencias fue la separación definitiva de Navarra de los aragoneses, manteniendo los navarros una dinastía propia hasta 1234.
Aragón (y Cataluña)
En el caso de Aragón, el problema planteado por el testamento de Alfonso I el Batallador se resolvió dándole el trono a su hermano Ramiro II el Monje (1134-1137), cuya hija Petronila se promete en 1137 con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, uniéndose así definitivamente ambos territorios.
De este enlace nacerá un monarca común: Alfonso II (1162-1196), que junto con su sucesor, Pedro II (1196-1213), extendieron su poder al sur de Francia, si bien la expansión fue frenada por la derrota de Muret.
Castilla y León
A Alfonso VI le sucede su hija doña Urraca (1109-1126), que se casa con Alfonso I el Batallador (1104-1134), rey de Aragón y de Navarra, y quien reconquista Zaragoza y con ello el valle medio del Ebro. Así, durante un poco de tiempo llegaron a estar unidos Castilla y León, Navarra y Aragón.
A doña Urraca, disuelto el matrimonio, le sucederá su hijo Alfonso VII el Emperador (1126-1157), quien a su muerte volvió a separar de nuevo Castilla y León entre sus hijos:
Castilla: Sancho III (1157-1158) y Alfonso VIII (1158-1214).
León: Fernando II (1157-1188) y Alfonso IX (1188-1230).
Alfonso VIII casó a su hija Berenguela con Alfonso IX, cuyo hijo Fernando III el Santo (1217-1230-1252) heredó la Corona de Castilla de su madre Berenguela tras la muerte de su tío Enrique I (1214-1217) y la de León tras la muerte de su padre Alfonso IX en 1230, uniéndose definitivamente ambos reinos.
Tercera fase: desde la unión de Castilla y León con Fernando III hasta la unificación de los Reyes Católicos.
La situación política que presenta la península en 1230 apenas va a sufrir cambios durante dos siglos y medio. Por el contrario, como veremos, los cambios serán a partir de ahora de tipo territorial.
En estos siglos, tres son las unidades políticas que se mantienen:
Corona de Castilla
En estos siglos, y hasta el matrimonio de los Reyes Católicos, la Corona castellana, frustrados los intentos de anexión de Portugal, mantiene su independencia e integridad territorial.
Navarra
En 1234 se instaló en el trono la dinastía francesa de la casa de Champagne. Y en 1284 este reino pasó a formar parte de la corona francesa, ya que Juana I se casó con el rey francés Felipe IV el Hermoso, pasando así a manos de la familia real francesa hasta 1328 en que con la dinastía de Evreux recobra su independencia.
Desde 1425 y hasta 1479, por el matrimonio del futuro Juan II de Aragón con Blanca de Navarra, se unen ambos reinos, si bien, tras su muerte, Navarra pasa a su hija doña Leonor y Aragón a Fernando (1479).
Así, de nuevo Navarra vuelve a ser independiente con la casa de Foix hasta 1512 en que Fernando la conquista, respetando sus fueros, anexionándola primero a la Corona de Aragón, y en 1516 a la de Castilla.
La parte navarra al norte de los Pirineos fue unida oficialmente a la corona francesa en 1607 por Enrique IV; y la Revolución Francesa la convirtió en Departamento.
En 1841 Navarra pasó a ser una provincia foral por el Pacto-Ley firmado entre el Gobierno y la Diputación Foral de Navarra.
Corona de Aragón
Cortada la expansión por Francia desde Pedro II, su sucesor Jaime I el Conquistador (1213-1276) inicia la conquista de Baleares (Mallorca, 1230) a los musulmanes y de la zona de influencia mediterránea con las conquistas de Castellón (1233), Valencia (1238) y después del reino de Murcia.
A su muerte dividió, sin embargo, el reino:
o Pedro III (1276-1285): la Corona de Aragón.
o Jaime: Baleares, Rosellón y Cerdaña; el reino de Mallorca permanecerá independiente hasta 1344, año en que Pedro IV el Ceremonioso (1336-1387) lo incorpora de nuevo a la Corona de Aragón.
Tras esto, la Corona de Aragón mantendrá también su independencia e integridad hasta su unión con la Corona de Castilla por el matrimonio de los Reyes Católicos.
Como decíamos antes, desde comienzos del siglo XIII los cambios van a ser sobre todo de tipo territorial, como consecuencia de la expansión de la Reconquista tras la victoria de las Navas de Tolosa (1212).
Así, asentado el dominio cristiano sobre la meseta sur (Castilla-La Mancha y Extremadura), después de un largo proceso iniciado en 1085 y rematado tras la victoria de las Navas de Tolosa, los castellanos conquistan y aseguran los valles del bajo Guadiana y bajo Guadalquivir (Andalucía occidental), así como la zona de Murcia (1244).
En la Corona de Aragón, la expansión se lleva a lo largo de la costa mediterránea y sobre el archipiélago balear, como ya señalamos.
De esta forma, a mediados del siglo XIII sólo quedaba por reconquistar el reino de Granada, cuya ocupación, según los tratados de reparto de la zona musulmana firmados entre Castilla y Aragón (Tratado de Almizra, 1244), correspondía a Castilla.
Este tratado es la culminación de otros anteriores entre ambas coronas, destinados a evitar choques en su expansión hacia el sur:
- Tratado de Tudellén (o Tudela, 1151): entre Alfonso VII, rey de Castilla y León y Emperador Hispánico, y Ramón Berenguer IV:
- La zona levantina (Taifas de Valencia, Denia y Murcia, salvo Lorca y Vera) para el catalano-aragonés, si bien manteniendo el vasallaje.
- El resto para Castilla y León.
- Tratado de Cazorla (1179): como tras la muerte de Alfonso VII desaparece la idea imperial y con ella el concepto de unidad, Alfonso II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla firman este nuevo tratado:
- La zona levantina, hasta el puerto alicantino de Bihar, para los catalano-aragonés.
- Toda la zona al sur de este puerto para los castellanos.
- Tratado de Almizra (1244): firmado entre Jaime I y el Infante don Alfonso (X): el reino de Murcia fue asignado a Castilla y León, tomando como división los ríos Júcar y Turia.
4. Tratado de Torroellas y Agreda (1304): entre Fernando IV de Castilla y Jaime II de Aragón, por el que se segregaba de Castilla la casi totalidad de la provincia de Alicante.
De esta forma quedaban establecidos los límites actuales de la Comunidad Valenciana, así como de la de Murcia.
Respecto a Granada, la conquista intermitente y la ocupación fue lenta y está enmarcada entre la conquista de Tarifa por Sancho IV (1292) y la de Granada capital (1492) por los Reyes Católicos. Con la caída de este reducto se completaba el dominio cristiano sobre el suelo peninsular y tomaba su forma definitiva la Andalucía que hoy conocemos.
En 1496 concluye la conquista de Canarias, iniciada bajo Enrique III (1390-1406) por Juan de Bethencourt, con lo que se completaba casi al completo, si exceptuamos las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, la España que configuraron los Reyes Católicos y convirtieron en un país unificado y un Estado moderno que servirá de modelo al resto de Europa, cuyos procesos de unificación territorial fueron más lentos.