jueves, 29 de septiembre de 2022

APUNTES SOBRE LA UNIVERSIDAD LABORAL DE TOLEDO EN SU CINCUENTA ANIVERSARIO

        Las Universidades Laborales son, en mi opinión, una de las experiencias educativas más complejas e interesantes entre las que ha habido en España y de la cual formé parte. Tras pasar un examen de selección a nivel nacional, ingresé en la Universidad Laboral de Cheste (Valencia), en el curso 1971-1972, para realizar el Bachillerato Medio, coincidiendo con los años más importantes en la formación intelectual y humana de una persona. Tuve, sin embargo, la inmensa suerte de contar con un profesorado, en general, joven y altamente preparado, a la vez que aquel centro educativo de cerca de 5.200 alumnos, de los que la mayoría éramos internos, contaba con los medios más modernos de enseñanza, tanto en lo que se refiere a laboratorios como a métodos de enseñanza de idiomas. Por otro lado, la autonomía docente con la que contaban les permitía añadir a las asignaturas oficiales determinadas actividades y materias, como pueden ser las de cerámica, electricidad o trabajo con metales, actividades manuales que no estaban reñidas con los estudios teóricos. Sigo recordando con agrado a muchos de mis profesores, educadores y a los compañeros que allí tuve. 

Tras la finalización del Bachillerato Medio y realizar voluntariamente obligados la Reválida de 4º, me trasladé a la Universidad Laboral de Gijón, teóricamente la primera de las creadas en España, pero que curiosamente nunca había sido inaugurada oficialmente, lo cual se plasmaba en una placa preparada al efecto pero vacía de contenido durante décadas. El centro estaba regido por los jesuitas y contaba en su interior con un convento de clausura cuyas monjas se encargaban de las labores de lavandería y cocina, y ello lo hacían con verdadero esmero y dedicación. También aquí conté con un profesorado, en general, extraordinario e igualmente las enseñanzas recibidas iban más allá de las oficialmente reguladas, lo que nos daba a los alumnos posibilidades y conocimientos que se sumaban a los que normalmente se alcanzaban con el Bachillerato Superior.

Mi interés por estudiar la carrera de Historia en la Universidad Complutense me llevó a pedir traslado para cursar el Curso de Orientación Universitaria (COU) en una de las Universidades Laborales que entraban dentro de su distrito universitario; y para ello contaba con dos centros: la Universidad Laboral de Alcalá de Henares y la Universidad Laboral de Toledo. De entre ambas, la opción elegida fue la de Toledo, a donde llegué para el curso 1976-1977. Para mí era una nueva etapa, pero con un carácter claramente de transición hasta mi entrada en la Universidad Complutense; sin embargo, ese curso fue uno de los  momentos más decisivos para mi futuro. 

De esta forma, había pasado por tres Universidades Laborales y seis años entre los tres internados, conocido a gentes de todas las partes de España, una de las maneras de enriquecernos como personas, y, en honor a la verdad, había tenido el privilegio de gozar de la enseñanza de profesores que combinaban su dedicación con la exigencia al alumno, suma de factores a la que creo que la mayoría de los alumnos respondíamos con nuestro trabajo. 

Pero, como he señalado, el centro que más impacto ha tenido en mi trayectoria como persona y, años después, como profesor, ha sido la Universidad Laboral de Toledo. En ella pasé las dos últimas décadas de mi actividad profesional como Profesor de Secundaria, primero, y como Catedrático de Secundaria a partir del 2003, volviendo a encontrarme como compañeros a muchos de los que habían sido mis profesores y educadores, así como a mi mujer, a la que había conocido cuando ambos eramos alumnos y ahora ejercíamos como docentes. Fue allí donde estudiaron mis hijos, a los que dieron clase también algunos de los que me habían dado a mí, con lo que sus padres hemos pasado a ser, no solo antiguos alumnos y profesores en el centro, sino también padres de alumnos, lo que nos ha permitido tener una visión desde ángulos muy diversos de la educación y de la enseñanza, que no siempre son cosas idénticas, que se desarrollan en él. En esos años, además, tuve el honor de ejercer como Director de la Universidad Labora durante un mandato, años en los que descubrí nuevas facetas de una institución que ya iba por su cuarta década de existencia.

Creo, por tanto, que es una realidad el hecho de que la Universidad Laboral de Toledo ha influido en mí y en mi familia de forma decisiva. No solo estoy convencido, sino que sé a ciencia cierta que siempre los centros en los que estudiamos y las personas que nos han dado clase influyen decisivamente en nuestra trayectoria posterior, al igual que lo hacen los padres y el papel de guías que ejercen en nuestra vida, sobre todo durante la adolescencia: cuando algunos padres se acercaban a agradecer que sus hijos hubieran salido bien del curso, yo siempre les decía que eso era una culpa compartida, ya que, al igual que se buscan culpables cuando las cosas no salen bien, también hay responsables de que todo haya salido bien, y en ese sentido el triángulo formado por padres, alumnos y profesores tiene un papel determinante.

Permítanme, pues, dar las gracias a todos los profesores y educadores de las antiguas Universidades Laborales que a lo largo de muchos años nos han enseñado, más allá de los simples conocimientos, a mis hijos, a mi mujer y a mí mismo, pero especialmente a aquellos que han ejercido su labor en la Universidad Laboral de Toledo en estos primeros cincuenta años que se celebran este curso que acabamos de iniciar. Y permítanme expresar un deseo: que se vuelva a la esencia de una educación basada en la exigencia, el respeto hacia el alumno, la confianza en el trabajo de los profesores y en la enseñanza de unos conocimientos que nos hagan mejores como personas y nos abran un futuro que de otra forma será, cuanto menos, distinto y, muy probablemente, peor. Algo, yo creo que mucho, de eso hubo en las antiguas Universidades Laborales y por eso casi todos los que pasamos por ellas las recordamos con especial cariño.